martes, 10 de febrero de 2009

Nostalgia de madrugada

Con los ojos cerrados, Laura adivinaba ese rostro dormido con las sábanas pegadas a los párpados y el aliento en busca de sueño. Su mano temblaba sobre el teléfono celular que se sacudía constantemente sobre la cama. Poco después de la medianoche, los recuerdos comenzaron a taladrar dentro de esa cabellera negra ahora empapada y revuelta sobre su cráneo. Ese rostro sobre la almohada, el mismo con el que había compartido media vida y que ahora parecía tan lejos. El calor la asfixiaba dentro de esa oscuridad repleta de movimiento, llena de silencios interrumpidos por pequeños sonidos, casi sollozos, que salían de su pecho exaltado. La música de fondo la hacía recordarlo. De pronto se encontró en la mesa de siempre, con la sonrisa de siempre, enamorada de aquel olor a café y de esas baladas que venían acompañadas de sus besos, de sus silencios e incluso de sus ausencias. Laura vaciló un poco en pulsar la última tecla. Pensó que tal vez debería dejar las cosas tal y como estaban, que tal vez debería dejarlo vivir feliz y sin una molestia más de las que ya había causado. Laura rió de sí misma y, con una sonrisa en su dedo pulgar, llamó mientras el teléfono caía sobre la sábana en pleno movimiento.

Con los ojos cerrados, Ernesto reconocía los suspiros de su esposa por el teléfono e imaginaba su piel desnuda, y repleta de sudor, sobre la voz de un hombre que, en esta ocasión, él no reconocía.

27/09/08