domingo, 8 de marzo de 2009

Seda Negra

Con el suelo sobre mis rodillas
mi noche no puede matar al gato
y las uñas rozan la alfombra;
conocen mi nombre.

Es el sillón quien toma por sorpresa a la mirada felina
se aferra a la espalda que se arquea
y dos gotas de luna parpadean por el pasillo:
el silencio se eleva en trozos de vidrio.

Mi mano tendida, asesina, muerta,
imagina los pedazos de penumbra envueltos en sábanas
las fauces sin garganta,
la noche sin reflejo
y una orgía de martillos y carne
bailando frente a mis cortinas.

El maullido memoriza el color de mis dedos sobre su boca
su lengua navega,
como cadáver en mi río,
sobre la cutícula muda y repleta de manchas:
es salada, como mi fe.

Pelo mojado e inerte que salpica.
––Hoy no quiero matar al gato.
Seda negra y colmillos en reparación.
––Hoy no quiero matar al gato más de una vez.
Merthiolate, nudo blanco y una lágrima de juguete.

Los gatos de tres pies no suelen tener nueve espinas.

2 comentarios:

  1. ¿Por qué siempre los gatos? ¿Qué tienen esos peludos de hábitos nocturnos que llaman tanto la atención a ciertos escritores? ¿Por qué no hablar del insecto que se mueve sigiloso por el cesped de nuestro jardín, o del perro fiel del violador?
    Lo siento Eric, será que no tengo simpatía por los gatos. Como sea sólo me manifestaba por tu blog, nos vemos pronto. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. De hecho odio los gatos! Porquerías peludas con vida!

    ResponderEliminar